Hijo del hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches (Mt 12-38,40).
El Evangelio de Lc, nos dice que después de que el sol se oscureció: y el velo del templo se rompió
por medio (23:45), Jesús dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto,
espiró (Lc 23:46). Como vemos, Jesús continua refiriéndose a Dios llamándolo “Padre”, las últimas
palabras de Jesús, parecen aludir al “Salmo 30”, donde el justo, confía en la curación de Dios. Así
manifestando su confianza en Dios, es donde el lector percibe, en esta oración de Jesús, su fe en
Dios, que lo resucitará de entre los muertos.
Inmediatamente después Lucas, nos dice que el centurión pagano dice: “Verdaderamente este
hombre era justo”(Lc 23-47), afirmando la inocencia de Jesús en el proceso: Pilato dijo a los
príncipes de los sacerdotes, y a las gentes: Ninguna culpa hallo en este hombre (Lc 23:4); Y ni aun
Herodes; porque os remití a él, y he aquí, ninguna cosa digna de muerte ha hecho (Lc 23:15 ); Y él
les dijo la tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho éste? Ninguna culpa de muerte he hallado en él: le
castigaré, pues, y le soltaré (Lc 23:22).
Perego dice que se concluye la vida de Jesús con (Mc 15,34), y se convierte en el grito que abre una
nueva realidad, por lo que no es un caso aislado, el hecho de que este grito está estrechamente
ligado a la partición del velo del Templo y a la profesión de fe del centurión: Entonces el velo del
templo se rasgó en dos, de alto a bajo. Y el centurión que estaba delante de él, viendo que había
espirado así clamando, dijo: Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios.(Mc 15:38-39)
El centurión del cual nos hablan los sinópticos, ve morir un hombre en un estado de total soledad,
que no obstante continua llamando a Dios con confianza , hasta el último instante de la su vida. Esta
actitud les abre los ojos.
Mc pone en los labios del pagano, un afirmación cristológica, que en el Evangelio es una verdadera
profesión de fe, que entró a formar parte del primer Credo de la Iglesia.
Fischer, nos dice que la muerte ignominiosa de Jesús por los discípulos, significó el fin de toda
esperanza en el nuevo proyecto de vida. Claramente después la resurrección la comunidad cristiana
se encuentra con el deber de dar una explicación a la muerte de Jesús. El Catecismo de la Iglesia
Católica, nos dice que “el primer sentido que dio la predicación apostólica al descenso de Jesús a
los infiernos[...] que “antes de la resurrección, permaneció en la morada de los muertos”(n. 632).
Ciertamente a la luz de la Pascua, la salvación que había anunciado Jesús se muestra diferente de
como habían imaginado ocurriese. Algunos pensaban que el Mesías les hubiera liberado de la
opresión extranjera, nadie podía imaginar que el Mesías moriría en la cruz, luego, la comunidad
verá en el siervo sufriente de Yhavé, la figura de Jesús. El Catecismo nos dice que “La muerte
redentora de Jesús cumple, en particular, la profecía del Siervo doliente (Cf. Is 53, 7-8 y Hch 8, 32-
35). Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente (Cf. Mt
20, 28). Después de su Resurrección dio esta interpretación de las Escrituras a los discípulos de
Emaús (Cf. Lc 24, 25-27), luego a los propios apóstoles (Cf. Lc 24, 44-45)”.
Cada suceso debe ocurrir por una mediación, por medio de un lenguaje, (que es siempre una
mediación). El mejor lenguaje, que se puede utilizar en la religión y sobre todo en este caso, es
aquel de los símbolos, porque habla de realidad no objetiva, no concreta, con imagines concretas y
objetivas. 4
Como he dicho antes, tras la muerte de Jesús, la comunidad cristiana lo identifica como el siervo
sufriente en Is 53 (No había en él belleza ni majestad alguna; su aspecto no era atractivo y nada
en su apariencia lo hacía deseable. Despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores,
hecho para el sufrimiento. Todos evitaban mirarlo; fue despreciado, y no lo estimamos.
Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo
consideramos herido, golpeado por Dios, y humillado. Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y
molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus
heridas fuimos sanados. Todos andábamos perdidos, como ovejas; cada uno seguía su propio
camino), por supuesto que Isaías cuando escribe no sabe que está hablando del Mesías, tanto es así
que un rabino diría: “¡esta claro, el autor sagrado está hablando de Ciro no del Mesías! Porque es un
interpretación de la comunidad cristiana.
A la luz de este texto, la muerte de Jesús no se presenta más como un fracaso, sino como el
momento culminante y final, de la obra salvadora de Jesús en la tierra.
Jesús es el Cordero Pascual
Pablo y Jn interpretan a Jesús según el modelo del cordero de la pascua hebraica, en la cual la
sangre salvó a los judíos en Egipto (Ex), San Pablo escribe: Porque Cristo, nuestro Cordero
pascual, ya ha sido sacrificado (Cor 5,7). En el primer capitulo del cuarto Evangelio, Juan el
Bautista dice: Al día siguiente Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: «¡Aquí tenéis al
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! (Jn 1,29). Cuando María unge a Jesús en Betanía
(Jn 12,1-8), lo hace seis días antes de la Pascua, exactamente cuando los corderos venían separados
en vista de la Pascua, a fin de sacrificarlos. Siempre para Jn 19,31, Jesús muere por la tarde del 14
de Nisan, en la hora en la cual eran sacrificados los corderos en el Templo, y añade las palabras
proféticas (Estas cosas sucedieron para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán ningún
hueso» Jn 19,36). Jesús como el cordero pascual “Maltratado y humillado, ni siquiera abrió su
boca; como cordero, fue llevado al matadero”(Is 53,7).
La muerte de Jesús un sacrificio expiatorio
“La muerte de Cristo es a la vez el sacrificio pascual que lleva a cabo la redención definitiva de los
hombres (1Co 5, 7; Jn 8,34-36) por medio del "Cordero que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29;
1P 1,19) y el sacrificio de la Nueva Alianza (1Co 11, 25) que devuelve al hombre a la comunión
con Dios (Ex 24,8) reconciliándose con Él por "la sangre derramada por muchos para remisión de
los pecados" (Cf. Mt 26,28; Lv 16,15-16)”(CIC 613).
En el Antiguo Testamento, los actos de culto y la práctica sacrificatoria, no tenía el objetivo de
satisfacer la divinidad, sino como algo que sirve para la salvación e interrumpe la espiral mortal del
mal, a fin de que haya un nuevo inicio, en una cultura donde según lo hebreos, el pecado merece la
muerte. Por esto en el rito, siempre está en juego la vida del ser humano, donde el animal toma el
puesto del hombre. Es importante subrayar que la víctima no es un objeto de cambio, como un
comercio con Dios, porque la víctima no es una oferta a Dios, sino un medio para sanar el mal de la
sociedad. (Esto se entiende en la cultura y mentalidad hebraica).
En el sacrificio expiatorio (Lv 4), el pecador (que merece la muerte), posa sus manos sobre la
cabeza del animal (que él llevó y sacrificará al Señor), así llega a identificarse con él, y transfiere su
culpa sobre el animal. La muerte del animal, es como decir, la muerte del pecador.
El año litúrgico hebraico preveía un “día de expiación”, un rito cumplido del Sumo Sacerdote para
todo el pueblo de Israel. También en este caso, el momento central del rito era el de la trasferencia
de la culpa sobre el animal, que según el Lv 16 la victima debe ser elegida a suertes. Israel hace una
confesión de la culpa pública, el sumo sacerdote pone las manos sobre la cabeza de la víctima,
transfiriendo así todos los pecados no remitidos sobre el chivo expiatorio.
Ahora el chivo cargado de todos los pecados de Israel, es llevado lejos, en el desierto, para que la
vida de Israel pueda empezar ex novo, sin la carga del viejo pecado.
5
El autor de la carta a los Hebreos, también presupone que los pecados de los hombres pueden ser
lavados sólo con la sangre. Sin embardo, él interpreta la muerte de Jesús con el rol del sumo
sacerdote en “el día de la expiación”, (por nosotros como precursor Jesús, hecho Pontífice
eternamente según el orden de Melchîsedec), y su sacrificio no es sólo por Israel, sino por toda la
humanidad, en la Carta a los Romanos se lee : “Pero la transgresión de Adán no puede compararse
con la gracia de Dios. Pues si por la transgresión de un solo hombre murieron todos, ¡cuánto más
el don que vino por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, abundó para todos!”(Rom5,15). Claro
que, en la Antigua Alianza, el sumo sacerdote debía cumplir con este rito cada año, ofreciendo
víctimas, mientras Jesús se ofrece a sí mismo una vez para siempre: Y estas cosas así ordenadas, en
el primer tabernáculo siempre entraban los sacerdotes para hacer los oficios del culto. Más en el
segundo, sólo el pontífice una vez en el año, no sin sangre, la cual ofrece por sí mismo, y por los
pecados de ignorancia del pueblo (Heb 9,6-7).
Entonces, Jesús quita una vez para siempre a los seres humanos del poder y el deseo del pecado,
ayudándoles a entrar en comunión con Dios, como dice también San Pablo: De la misma manera,
también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús (Rom 6,11).
Para Pablo, el sacrificio de Jesús, concierne el corazón de nuestro pecado original, librándonos de
un pasado mal vivido, por un presente y futuro nuevos.
Pablo, sabía bien que no podía explicar a los gentiles esta interpretación de la muerte de Jesús con
modelos conceptuales judíos, sino que, era necesario explicarla con modelos conceptuales cercanos
a la mentalidad helenista. Tanto es así que él toma prestadas las expresione
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